TÚNEZ - Los trabajadores salieron furiosos de la compañía naviera estatal el otro día. Durante décadas, habían vivido tranquilamente en una relativa pobreza, mientras sus jefes, todos miembros del antiguo partido gobernante, conducían coches de lujo y vivían en mansiones.
Hace apenas 10 días, la policía habría reprimido esta mini-sublevación y los habría arrestado. Ahora, se trataba de un nuevo orden. Agitando los puños, los trabajadores acusaron al presidente de la compañía de malversación de fondos y exigieron su renuncia.
En toda la nación, los tunecinos están experimentando un florecimiento de las libertades, después de un levantamiento popular que derrocó al presidente Zine el-Abidine Ben Ali el 14 de enero, poniendo fin a su régimen autocrático. Muchos están expresando sus pensamientos e ideas, después de haber vivido durante casi un cuarto de siglo con miedo. Otros, por primera vez en sus vidas, están exigiendo justicia para sus familiares asesinados por el régimen.
La felicidad se ve opacada por la inquietud, pues el futuro es aún incierto. Diariamente hay protestas en la capital, para exigir que el gobierno interino purgue a todos los miembros del partido de Ben Ali. La oposición es débil y está dividida, y algunos temen que las milicias que apoyaban al presidente puedan causar problemas.
En una ofensiva contra los aliados clave de Ben Ali, la policía puso el domingo a dos funcionarios de alto rango bajo arresto domiciliario y detuvo al presidente de un conocido canal de televisión privado por supuestamente tratar de frenar los pasos del país hacia la democracia.
Pero por ahora, al menos, muchos aquí están adoptando las libertades que pensaron que nunca tendrían.
"Nos robaron el dinero de la nación. Eran una mafia. Nuestra empresa es como un pequeño ejemplo de lo que estaba mal en Túnez", dijo Sami Abu Sofiyan, uno de los trabajadores que abandonaron el trabajo el otro día. Algunos llevaban pancartas donde se leía "No a la corrupción."
"Ahora, por fin podemos decir lo que pensamos", dijo.
Bajo Ben Ali, Túnez fue percibido por Occidente como un país modelo en el mundo árabe - moderado, relativamente próspero y secular. El líder autocrático, que tomó el poder en 1987, aplastó el radicalismo islámico; era un aliado de EE. UU. en la guerra contra el terrorismo, en una región donde Al Qaeda se iba infiltrando.
Su familia poseía más de la mitad de las empresas en Túnez, incluyendo bancos, hoteles y empresas inmobiliarias. Los sobornos y las buenas relaciones con el gobierno eran la ruta para lograr buenos puestos de trabajo y promociones.
En las calles, tiendas y oficinas, las fotos de Ben Ali estaban por todas partes, igual que la policía secreta.
Pero después de que Ben Ali huyó a Arabia Saudita, Nasrallah tomó la foto del marco y le prendió fuego. "Fue como si hubiera nacido otra vez", dijo.
A una cuadra, Radhiya Mishirsi dijo que antes ella temía que la policía la insultara por llevar un pañuelo cubriéndose la cabeza, a la usanza musulmana. El viernes, se paró cerca de un grupo de policías y declaró que se iba a cubrir toda la cara, dejando sólo sus ojos al descubierto. Los policías asintieron y sonrieron.
Alrededor de la capital, circulan abiertamente los chistes sobre Ben Ali, antiguamente prohibidos. Uno de esos chistes es el siguiente: Ben Ali regresa a Túnez y visita una tienda de zapatos. El vendedor le trae un par. "¿Cómo sabes mi talla?", pregunta Ben Ali.
"En primer lugar, la gente"
En la Avenida Bourghiba, Mohamed Dhakar llevaba una pancarta pidiendo un nuevo lema nacional: "...Primero, la gente: Libertad, Derechos, Justicia."
"Yo no soy de ningún partido", gritó Dhakar. "Estoy a favor de Túnez."
Su presencia atrajo una gran multitud y provocó un debate improvisado.
"Estamos en contra de la policía secreta. Queremos que todos ellos vayan en uniforme", gritó un hombre.
"Si el nuevo gobierno está haciendo una obra de teatro, la gente los va a sacar como hicimos con el gobierno anterior," gritó otro hombre.
Los comunistas, los socialistas y los ateos tenían todos manifestaciones este día. Los grupos de oposición fueron prohibidos o acosados por el gobierno anterior. El viernes, más de 1.000 islamistas marcharon por la avenida, pidiendo una forma parlamentaria de gobierno. Un grupo de una zona rural en el empobrecido sur de Túnez distribuyó panfletos exigiendo más puestos de trabajo y el desarrollo de su región.
Sueda Guesmi también hacía esa pregunta. Ella dijo que su hijo fue acusado de vender alcohol ilegalmente y encarcelado sin juicio. Unas semanas más tarde, le dijeron que había muerto en su celda.
"Quiero saber por qué murió mi hijo", dijo Guesmi. "Quiero justicia para él."
Escribir sin miedo
En el Ministerio de Juventud y Deportes, los aproximadamente 300 empleados exigieron que el ministro, un aliado de Ben Ali, saliera junto con su personal. Él cumplió. Cuando el jefe del gabinete abandonó el edificio, los empleados estallaron en aplausos.
"¡Viva la Revolución! ¡Viva Túnez!" cantaban.
"Nos oponemos a este nuevo gobierno", dijo Rauda Assel, un empleado parado frente al edificio del ministerio. "Este no es el momento de uno tomar su auto del ministerio y asumir sus responsabilidades, sino para estar con la gente por una causa justa."
Los empleados nombraron un comité de tres miembros de sus propias filas para manejar el ministerio hasta que, dijeron, se forme un gobierno que les satisfaga.
En el diario La Presse, el editor en jefe, quien fue nombrado por el anterior gobierno, también renunció. Un comité de redacción se hizo cargo. Hace diez días, se publicaba propaganda oficial emitida por la agencia estatal de noticias. En la primera página, siempre se publicaba una foto de Ben Ali. Se escribían aduladores artículos sobre Besma - La sonrisa - una organización benéfica dirigida por su esposa, Leila Trabesi.
"Fue una cortina de humo para ocultar la corrupción de la familia en primer lugar," dijo Ben Hmida Romdhane, un editor en el comité que ahora publica el periódico. "Antes de la revolución, no publicábamos información. Publicábamos desinformación. El régimen prohibió cualquier intento de escribir la verdad."
Ahora, por primera vez en su vida, 50 periodistas de La Presse están escribiendo sin miedo.
Ya no se publica la foto de Ben Ali en la página principal - a menos que la acompañe un artículo mordaz sobre los excesos del régimen. La semana pasada, La Prensa publicó una historia acerca de la congelación de los bienes de Ben Ali en Suiza.
Su voz se llenó de emoción mientras hablaba sobre el cambio profundo en la sala de prensa y en su vida.
"Tengo 59 años, y he visto sólo dos presidentes. He experimentado dos dictaduras," dijo. "La libertad que hemos ganado es una libertad impuesta por la gente sobre el sistema político. Esta libertad, creo, va a durar.
"Es una nueva era."