Los venezolanos están empezando a perder el amor por su presidente. ¿Se les permitirá sacarlo del poder con los votos?
13 de mayo 2010 | De la edición impresa de The Economist
Con su belicosa grandilocuencia, los gestos teatrales y las bromas de poco fiar, Hugo Chávez, el presidente de Venezuela durante los últimos 11 años, se ha convertido en uno de los gobernantes más reconocidos y controvertidos del mundo. Sus fans lo saludan como a un salvador de los oprimidos del planeta, un hombre que está liderando una revolución de base contra el imperialismo norteamericano y sus cipayos locales. Pero para muchos otros, incluyendo a este periódico, ha llegado a encarnar un nuevo modelo de gobierno autoritario, post-guerra-fría, que combina un mandato democrático, un socialismo populista y anti-americanismo, así como el nacionalismo de los recursos naturales y una represión cuidadosamente calibrada.
En el caso del señor Chávez, este alegato ha sido respaldado sobre todo por el petróleo. Por un lado, ha desplegado los ingresos petroleros en el extranjero para ganar aliados, y para sostener a los hermanos Castro en el poder en Cuba. Por el otro lado, después de haber echado a patadas a las multinacionales occidentales, ha firmado acuerdos de inversión con empresas petroleras de propiedad estatal. El mes pasado China acordó prestarle a Venezuela $ 20 mil millones, principalmente para la explotación petrolera. Chávez ha armado su revolución con aviones rusos, tanques y fusiles (aunque comprados a plazos). Mientras tanto, un juez español acusa a su gobierno de dar refugio a miembros de ETA, el grupo terrorista vasco. Algunos mensajes interceptados de correo electrónico de los líderes de las guerrillas FARC de Colombia sugieren que han recibido ayuda, y posiblemente armas, a través de Venezuela. Por supuesto, el gobierno de Venezuela niega tales afirmaciones. Entonces, ¿cuán grande es la amenaza que representa Chávez y qué, en todo caso, se puede hacer al respecto?
La edad oscura de Venezuela
Los apagones son en parte el resultado de la sequía. Pero también son la señal más dramática de que una década de mala gestión de la economía y de los servicios públicos ahora está cobrando la factura. Hay más portentos desagradables en abundancia. Las divisas duras están escaseando en uno de los principales exportadores mundiales de petróleo: para comprar un dólar en el tolerado mercado paralelo ahora se requiere casi el doble de moneda local que con el tipo de cambio oficial (y tres veces más que a la tasa privilegiada para "importaciones esenciales" ). Los inversores califican la deuda del país como la más riesgosa del mundo. La delincuencia y la corrupción están floreciendo.
La elección que viene entre Chávez y la democracia
Torpemente para el señor Chávez, todo esto ocurre cuando se enfrenta a unas elecciones legislativas en septiembre, el preludio de una elección presidencial vital en diciembre de 2012. Esto apunta a la contradicción en el corazón de su proyecto. Él considera a su revolución como permanente e irreversible. Sin embargo, deriva su legitimidad de las urnas. Ha sido elegido tres veces, y ganó cuatro referendos. Ha vaciado a la democracia de Venezuela, subyugando a los tribunales, acosando a los medios de comunicación e intimidando a los opositores. Pero no ha podido, o no ha querido, ignorar o reprimir a la oposición en la misma medida que lo ha hecho Mahmoud Ahmadinejad de Irán, o incluso el ruso Vladimir Putin, y mucho menos los hermanos Castro en Cuba.
La opinión pública sigue siendo importante en Venezuela. Cabe destacar que las encuestas de opinión muestran que dos de cada cinco venezolanos todavía apoyan a Chávez (una proporción superior a la de los electores británicos que votaron por el Partido Conservador, el socio principal en la nueva coalición de gobierno del país). Eso es un tributo a su habilidad para convencer a los pobres que él es su campeón, a los errores de la oposición, a los años de precios récord del petróleo y a la crueldad con la que saquea la economía para el beneficio a corto plazo de sus partidarios. Esto significa que es poco probable que desaparezca. Pero si la oposición presenta una alternativa creíble, no es irrisorio imaginar que en el 2012 Venezuela se enfrentará a una dura elección: el señor Chávez o la democracia.
Toda la evidencia indica que los venezolanos, incluidos muchos chavistas, son demócratas y quieren seguir siéndolo. Pero el señor Chávez sigue empujando su revolución como si tal cosa, nacionalizando cada vez más empresas, expropiando propiedades privadas y encerrando selectivamente o acosando a sus oponentes. Así que la pregunta que se hacen cada vez más en Caracas es si el régimen de Chávez se va a acabar pacíficamente o no.
La respuesta se encuentra en gran medida con los propios venezolanos. Pero los extranjeros, especialmente en América Latina, pueden desempeñar su parte, instando a que la oposición reciba garantías de que pueda participar tanto este año como en el 2012 en igualdad de condiciones. Esto va especialmente para el Brasil democrático, cuyo presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, ha abrazado a Chávez mucho más de lo deseable para el interés a largo plazo de su propio país. El Sr. da Silva ha ayudado a consolidar la prosperidad, la libertad y la democracia en Brasil. Debería esperar que lo mismo suceda en Venezuela. Chávez, por desgracia, no es el hombre para hacerlo realidad.