lunes, 30 de mayo de 2011

La responsabilidad de proteger

Las lecciones de Libia

Los de afuera tenían buenas razones para intervenir en Libia. Pero podría perjudicar a su causa

19 de Mayo de 2011 | de la edición impresa de The Economist

Para aquellos que respaldan una intervención humanitaria musculosa, tanto las palabras como los hechos del coronel Muammar Qaddafi proporcionaban una claridad moral absoluta. “Salgan de sus casas, ataquen [a la oposición] en sus guaridas,” le dijo a sus partidarios el 22 de febrero. Llamó a los manifestantes “cucarachas” y “ratas” que no merecían vivir: un lenguaje escalofriantemente parecido a las transmisiones de Radio Mille Collines, que espoleó a los autores del genocidio de Ruanda en 1994.

Mientras hablaba, sus fuerzas habían apuntado sus miras contra Benghazi, la fortaleza de sus adversarios. Según Human Rights Watch, un grupo basado en Nueva York, las fuerzas del gobierno ya habían matado a 223 personas la semana anterior. La llamada a un baño de sangre, en una ciudad de 700.000 habitantes. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas invocó una formula fatídica, urgiendo al régimen a cumplir su “responsabilidad de proteger” a su pueblo. El 17 de marzo el consejo, “expresando su determinación de asegurar la protección de los civiles”, ordenó los ataques aéreos.

Eso preparó el escenario para la primera prueba completa de un principio que la ONU adoptó en 2005 y que ha venido refinando desde entonces. La doctrina de la “responsabilidad de proteger” (R2P, por sus siglas en inglés) sostiene que cuando un estado soberano fracasa en evitar atrocidades, los gobiernos extranjeros pueden intervenir para detenerlas. Los defensores de los derechos humanos dicen que salva vidas. Los escépticos la ven como demasiado fácil de emplear mal para que sea útil: una pantalla para cubrir el imperialismo, o inclusive un incentivo para matar (puesto que aún si no se está fraguando una masacre, un caudillo inescrupuloso podría caer en la tentación de tramar una contra su propio pueblo para estimular el apoyo externo).

Los usos anteriores de la R2P han sido aventuras en solitario. En 2008, Rusia la usó para justificar el ataque a Georgia, y Francia la citó luego del ciclón en Myanmar, implicando que habría que traer ayuda humanitaria a la fuerza si el régimen persistía en sus tácticas obstruccionistas (el gobierno cedió). Pero antes de este año, el Consejo de Seguridad de la ONU no había autorizado ninguna misión que citara tan explícitamente el nuevo principio.

Ciénagas y nieblas

Al principio parecía probable que la doctrina triunfara o muriera en Libia. Pero dos meses y miles de ataques aéreos más tarde, la turbia realidad de la guerra simplemente ha endurecido las posiciones en ambos lados. Por una parte, la decisión de ir a la guerra se hizo de buena fe en un momento en que el riesgo de masacres parecía real. Como apunta el profesor Mats Berdal de King’s College de Londres, las principales potencias mundiales tienen buenas razones para pensar que estaban “evitando una Srebrenica” -la masacre de bosnios que las fuerzas de la ONU fueron incapaces de impedir en Julio de 1995.

Pero según la guerra se va alargando y la OTAN ataca más ampliamente, los escépticos sienten que su caso también ha sido reafirmado. “Para los que temíamos que la R2P fuese sólo una orden de guerra, nuestros temores han sido justificados,” dice David Rieff, un partidario convertido en crítico.

La responsabilidad de proteger ganó terreno luego de las espantosas matanzas masivas a fines del siglo XX, incluyendo las masacres por los Khmer Rouge en Cambodia en los 1970s; el uso de armas químicas en Irak en 1988; y la limpieza étnica en Bosnia. En 1999 la OTAN desató una guerra aérea, sin la bendición de la ONU, para detener una campaña serbia en la provincia de Kosovo. Sostuvo que la necesidad de proteger a los civiles era un imperativo moral abrumador. La ONU le dio una especie de bendición retrospectiva al endosar un tutelaje internacional del territorio, liderado por Bernard Kouchner, un pionero francés de la intervención humanitaria.

Pero la terrible guerra civil en Irak que siguió a la invasión estadounidense en 2003 –descrita como una intervención contra la tiranía- marchitó el apoyo de la doctrina. Las dudas para intervenir y detener al gobierno genocida sudanés en Darfur pueden haber sido una consecuencia de lo anterior.

Buscando restaurar la buena reputación del guerrerismo liberal, un grupo liderado por Gareth Evans, un ex-ministro de relaciones exteriores australiano, presionó a la conferencia del 60º aniversario de la ONU, en 2005, para que refrendara la idea de que el mundo tiene una “responsabilidad de proteger” a los civiles. Eventualmente, más de 150 países acordaron permitir la intervención armada a través del Consejo de Seguridad “si los medios pacíficos son inadecuados y las autoridades nacionales fracasan manifiestamente en la protección de sus poblaciones del genocidio, los crímenes de guerra, la limpieza étnica y los crímenes de lesa humanidad.”

Tanto por la teoría. ¿Y qué sobre la práctica? El coronel Qaddafi suministró una prueba casi única. Los líderes regionales lo detestaban y rápidamente lo abandonaron. El apoyo de la Liga Árabe a la intervención impidió que China y Rusia ejercieran sus vetos. Y la concentración de rebeldes en el este, combinada con un terreno plano desértico, convirtió a las fuerzas del régimen inicialmente en blancos fáciles del bombardeo. “Los astros estaban bien alineados en el caso de Libia,” dice el Sr. Evans. “Se cumplieron todos los criterios.”

La meta inmediata de proteger a Benghazi de la masacre se logró en días. Habiendo destruido las defensas aéreas de Libia, la paliza que les dieron los bombarderos y misiles occidentales a las tropas en avance las obligó a una veloz retirada.

Luego siguieron decisiones más difíciles. El ejército libio continuó cañoneando otras ciudades rebeldes, y sus francotiradores estaban apuntando abiertamente a los civiles. Proteger a todos los libios, no sólo a aquellos en el este, requeriría el fin del gobierno del Coronel Qaddafi- un resultado que ya habían pedido tanto los gobiernos occidentales como los árabes. La OTAN aumentó su campaña militar, bombardeando a las columnas en retirada así como a las que avanzaban, y atacando los centros de comando y control frecuentados por el coronel Qaddafi y su familia. El 30 de abril un ataque aéreo mató a uno de sus hijos. La línea entre frenar las atrocidades y una guerra aérea para cambiar el régimen se hizo borrosa- a pesar de que una operación terrestre está descartada, por ahora.

Su guerra es mi argumento

Ambos lados del debate citarán a Libia con entusiasmo la próxima vez que parezca inminente un asesinato de masas. Eso demuestra que una dosis modesta de poder aéreo puede salvar vidas; pero también que la retórica de la protección de los civiles se puede estirar hasta justificar una misión cada vez más intensa. La política del poder decide que vidas se salvarán, y cuáles objetivos de política triunfan.

El Sr. Rieff condena “un sistema de dos niveles con interventores e intervenidos”, donde “las antiguas potencias imperiales” hacen las reglas de juego. ¿Pero cuáles potencias, exactamente? El voto sobre Libia se aprobó sólo porque los no-occidentales Rusia y China se reservaron sus vetos en el Consejo de Seguridad: algo que hubiera sido inimaginable hasta hace poco. Ambos países se están arrepintiendo ahora, alegando el uso indebido del elástico lenguaje de la resolución. Por razones diferentes, el Sr. Evans se lamenta también del exceso de celo: él quiere preservar la pureza de la R2P, y teme una interpretación que permita una “guerra de agresión total”. Mucho se juega en esta guerra-y no solamente para los libios.

NOTA FINAL: El destino posible de Venezuela también se juega en Libia, igual que en la Costa de Marfil. Poco a poco, las opciones para las próximas elecciones y sus resultados se van definiendo: parece cada vez más difícil que un candidato desconozca los resultados legítimos de las elecciones, y que intente una medida "de fuerza" para conservar el poder.

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