Ahora que
el Presidente nos ha demostrado que está convencido de que el Esequibo es
nuestro, cosa que no había evidenciado en sus largos años de canciller, la
pregunta que cabe es: ¿cómo se arregla la cuestión del Esequibo?
No me
refiero a los asuntos legales, las discusiones en ilustres sedes, en La Haya, Berna,
París, Londres o Nueva York. Me refiero a los asuntos previos, lo que tenemos
que hacer y disponer en Venezuela, para llegar a esas discusiones y un arreglo
satisfactorio de la cuestión. Por supuesto, lo que sigue no es muy original,
pues lo he oído en la radio varias veces, explicado por ex embajadores de distinguida
participación en la diplomacia criolla.
El primer
paso está dado: el presidente dijo lo que tenía que decir. Ahora falta quién se
va a encargar del asunto. Para eso, haría bien encargar un canciller nuevo, que
entienda de este tema a profundidad. Su trabajo sería supervisar los trabajos,
que alguien más debe llevar adelante –por la simple razón de que nuestro
canciller tiene que ocuparse de toda la diplomacia nacional, no solamente de la
que atañe a nuestra frontera oriental.
Luego, hace
falta un “ministro plenipotenciario” responsable de todo lo que se haga en este
asunto, es el verdadero “jefe”. Como cualquier jefe que se respete, tiene que
designar, junto con su propio jefe –el canciller- y el jefe de su jefe –el presidente-
a los miembros de su “equipo de trabajo”. Ellos tienen que incluir: alguien que
sepa sobre la historia de este asunto, con lujo de detalles sobre los aspectos
legales, los diferentes acuerdos a los que ha llegado la República y que forman
el marco en el cual se desarrollarán las discusiones y negociaciones con la
contraparte y los demás países afectados, aún muy indirectamente, por el
resultado posible de esta acción. Alguien que conozca las posiciones mantenidas
por el CARICOM, los países de UNASUR y MERCOSUR, los vecinos de América del
Norte, los diferentes miembros del Commonwealth británico, y paremos de contar.
Hace falta quien sepa de geografía, otros que sepan de la geología del área en
cuestión, marina y en tierra firme.
Hace falta un especialista en la sociología de las poblaciones involucradas, y
de sus distintas posiciones, inclinaciones y opiniones. Hace falta quien
plantee cómo será el futuro del Esequibo como parte de un país mucho más
grande, complejo, hasta más rico que el que actualmente detenta la posesión del
terreno. Y esto último tendrá que ser el trabajo de unos cuantos, no de uno
solo.
Y también
hace falta un “consejo” de asesores, ilustres expertos, que aconseje a los que
hacen el trabajo de hormiguita.
Esto
introduce la idea de lo que pasa en las Malvinas –como dice mi amigo Aníbal-,
donde le preguntan a los pobladores si quieren ser argentinos y la respuesta
unánime es: ¡Zape! Cuando pongamos a nuestro país al menos a la par de Chile –no
quiero exagerar y pretender alcanzar de un brinco a Singapur- los mismos
habitantes de Guyana van a reclamar en las instancias internacionales que ellos
son también parte de Venezuela.
Las
probabilidades de conformar un equipo así, de desarrollar un país así, de
preparar un plan como el indicado para ese territorio, con este gobierno son
cero. Eso es imposible, y ha sido
demostrado una y otra vez. Por eso, para lograr recuperar el Esequibo hay que
votar, y votar bien.
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