viernes, 17 de julio de 2015

El Esequibo también se arregla votando

Ahora que el Presidente nos ha demostrado que está convencido de que el Esequibo es nuestro, cosa que no había evidenciado en sus largos años de canciller, la pregunta que cabe es: ¿cómo se arregla la cuestión del Esequibo?
No me refiero a los asuntos legales, las discusiones en ilustres sedes, en La Haya, Berna, París, Londres o Nueva York. Me refiero a los asuntos previos, lo que tenemos que hacer y disponer en Venezuela, para llegar a esas discusiones y un arreglo satisfactorio de la cuestión. Por supuesto, lo que sigue no es muy original, pues lo he oído en la radio varias veces, explicado por ex embajadores de distinguida participación en la diplomacia criolla.
El primer paso está dado: el presidente dijo lo que tenía que decir. Ahora falta quién se va a encargar del asunto. Para eso, haría bien encargar un canciller nuevo, que entienda de este tema a profundidad. Su trabajo sería supervisar los trabajos, que alguien más debe llevar adelante –por la simple razón de que nuestro canciller tiene que ocuparse de toda la diplomacia nacional, no solamente de la que atañe a nuestra frontera oriental.
Luego, hace falta un “ministro plenipotenciario” responsable de todo lo que se haga en este asunto, es el verdadero “jefe”. Como cualquier jefe que se respete, tiene que designar, junto con su propio jefe –el canciller- y el jefe de su jefe –el presidente- a los miembros de su “equipo de trabajo”. Ellos tienen que incluir: alguien que sepa sobre la historia de este asunto, con lujo de detalles sobre los aspectos legales, los diferentes acuerdos a los que ha llegado la República y que forman el marco en el cual se desarrollarán las discusiones y negociaciones con la contraparte y los demás países afectados, aún muy indirectamente, por el resultado posible de esta acción. Alguien que conozca las posiciones mantenidas por el CARICOM, los países de UNASUR y MERCOSUR, los vecinos de América del Norte, los diferentes miembros del Commonwealth británico, y paremos de contar. Hace falta quien sepa de geografía, otros que sepan de la geología del área en cuestión, marina y en tierra firme. Hace falta un especialista en la sociología de las poblaciones involucradas, y de sus distintas posiciones, inclinaciones y opiniones. Hace falta quien plantee cómo será el futuro del Esequibo como parte de un país mucho más grande, complejo, hasta más rico que el que actualmente detenta la posesión del terreno. Y esto último tendrá que ser el trabajo de unos cuantos, no de uno solo.
Y también hace falta un “consejo” de asesores, ilustres expertos, que aconseje a los que hacen el trabajo de hormiguita.
Esto introduce la idea de lo que pasa en las Malvinas –como dice mi amigo Aníbal-, donde le preguntan a los pobladores si quieren ser argentinos y la respuesta unánime es: ¡Zape! Cuando pongamos a nuestro país al menos a la par de Chile –no quiero exagerar y pretender alcanzar de un brinco a Singapur- los mismos habitantes de Guyana van a reclamar en las instancias internacionales que ellos son también parte de Venezuela.

Las probabilidades de conformar un equipo así, de desarrollar un país así, de preparar un plan como el indicado para ese territorio, con este gobierno son cero. Eso es imposible,  y ha sido demostrado una y otra vez. Por eso, para lograr recuperar el Esequibo hay que votar, y votar bien. 

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