jueves, 9 de julio de 2015

Un dolor en las Atenas

Esta traducción es una pequeña contribución más a entender lo que pasa en Grecia, y lo que puede pasar en el futuro inmediato.

FOREIGN AFFAIRS [RELACIONES EXTERIORES]
Publicado por el Consejo sobre Relaciones Exteriores
Martes, 7 de Julio de 2015.

Un dolor en las Atenas

Por qué Grecia no tiene la culpa de la Crisis

Por Mark Blyth
Mark Blyth es Profesor de Economía Política Eastman en la Universidad Brown
[Traducido por Max Flint]

Cuando el partido anti-austeridad Syriza llegó al poder en Grecia en Enero del 2015, Cornel Ban y yo escribimos en un artículo en Foreign Affairs que, en algún momento, Europa tendría que encarar a un Alexis Tsipras, el líder del partido y primer ministro griego, “porque sólo hasta cierto punto, uno puede pedirle a la gente que vote por el empobrecimiento hoy basado en promesas de un mañana mejor que nunca llega.” A pesar de los intentos del eurogrupo, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional desde Febrero de 2015, de sermonear a Grecia para que aceptase aún más austeridad, los griegos votaron otra vez por el “no”, por un margen aún mayor que el que obtuvo Syriza. Así que el partido va por ahora democracia 2, austeridad 0. Pero, ¿qué ahora? Para responder esa pregunta, necesitamos estar claros sobre qué es esta crisis y qué no es. Sorprendentemente, a pesar del incesante comentario moralista perezoso en contrario, Grecia ha tenido muy poco que ver con la crisis que lleva su nombre. Para ver por qué, lo mejor es seguir el dinero – y a los que lo llevan al banco.
Las raíces de la crisis yacen muy lejos de Grecia; yacen en la arquitectura de la banca europea. Cuando nació el Euro en 1999, los griegos no sólo pudieron pedir prestado como los alemanes, los bancos de todos pudieron dar y tomar prestado en lo que efectivamente era una divisa extranjera barata. Y con tasas súper-bajas, los países clamaban por entrar en el Euro, y con un boom de crédito en todo el continente en marcha, tenía sentido que los bancos nacionales expandieran el crédito privado hasta donde llegara el Euro.
De  modo que la huella de los activos de los bancos europeos (los préstamos y otros activos) se expandió masivamente durante la primera década del Euro, especialmente en la periferia de Europa. De hecho, de acuerdo con el Banco de Pagos Internacionales, para el 2010 cuando estalló la crisis, los bancos franceses tenían el equivalente de casi 465 millardos de Euros en los llamados activos periféricos deteriorados, mientras que los bancos alemanes tenían 493 millardos de Euros en sus libros. Sólo una pequeña parte de esos activos deteriorados era griega, y ahí está la cuestión: Grecia representaba el dos por ciento de la eurozona en el 2010, y el déficit del presupuesto revisado de Grecia ese año era del 15% del PTB del país – eso es 0,3 por ciento de la economía de la eurozona. En otras palabras, el déficit griego era un error de redondeo, no una razón para entrar en pánico. A menos, por supuesto, que los que tenían deuda griega, esos grandes bancos en el centro de la eurozona, hubiesen, en la década anterior, crecido al doble del tamaño (en términos de activos) de – y con tasas de apalancamiento operacional (activos divididos entre pasivos) el doble de grandes de – sus contrapartidas estadounidenses “demasiado grandes para quebrar”, como lo habían hecho. En un mundo tan sobre-apalancado, si Grecia dejaba de pagar, esos bancos hubieran tenido que vender otros activos soberanos similares para cubrir las pérdidas. Pero todas esas órdenes de venta reventando a la vez en el mercado podrían disparar una corrida bancaria a través de los mercados de bonos de la eurozona que podría borrar a los principales bancos europeos.
Claramente, se tenía que hacer algo para parar la pudrición, y ese algo fue el programa de la troika para Grecia, el cual tuvo éxito en parar la corrida bancaria del mercado de bonos – manteniendo a los griegos dentro y los rendimientos bajos – al costo de dejar sin empleo a una cuarta parte de los griegos y de destruir un tercio del PTB del país. Consecuentemente, Grecia ahora representa sólo el 1,7 por ciento de la eurozona, y el punto muerto en que se ha pasado los meses recientes ha tratado sobre mezclas de impuestos y gastos de unos pocos miles de millones de Euros. Por qué, entonces, no hay trato para Grecia, especialmente cuando las investigaciones del propio FMI han dicho que estas políticas son, en el mejor caso, contraproducentes, y ¿cómo se las ha arreglado una economía tan pequeña para generar tal amenaza mortal para el Euro?
Parte de la historia, como escribimos en Enero, era el riesgo político que representaba Syriza, que amenazaba con envalentonar a otras coaliciones anti-acreedores a través de Europa, tales como Podemos en España. Pero otra parte yace en lo que las élites europeas enterraron profundamente dentro de los supuestos rescates de Grecia. A saber, los rescates no eran en absoluto para Grecia. Eran rescates-a-escondidas para los grandes bancos de Europa, y los contribuyentes en los países principales ahora están atascados con la cuenta, puesto que los griegos se rehúsan a pagar. Este es el juego escondido que yace en el centro de la decisión griega de decir que “no” y la incapacidad de Europa de resolver el problema.
A Grecia le han dado dos rescates. El primero duró desde Mayo del 2010 hasta Junio de 2013 y consistió de un Acuerdo de Crédito Contingente [Stand-By] de 30 mil millones de Euros del FMI y 80 mil millones de Euros en préstamos bilaterales de otros gobiernos de la UE. El segundo duró desde el año 2012 hasta fines del 2014 (en la práctica, duró hasta hace unos días) y comprendía 19,8 millardos de Euros del FMI y otros 144,7 millardos de Euros desembolsados por una entidad constituida a fines del 2012, llamada la Facilidad de Estabilidad Financiera de Europa (EFSF, por sus siglas en inglés, ahora el Mecanismo Europeo de Estabilidad, ESM). No todos estos fondos se desembolsaron. La cantidad final “prestada” a Grecia estaba alrededor de 230 millardos de Euros.
La EFSF era una compañía que estableció la UE en Luxemburgo “para preservar la estabilidad financiera en la unión económica y monetaria europea” mediante la emisión de bonos a tenor de unos 440 millardos de Euros que generarían préstamos a los países con problemas. ¿Entonces qué hicieron con ese dinero? Emitieron bonos para rescatar a los acreedores de Grecia  - principalmente los bancos de Francia y Alemania – mediante préstamos a Grecia. Grecia era un mero conducto para un rescate. No era un receptor de ninguna manera significativa, a pesar de lo que los medios repiten constantemente. De aproximadamente unos 230 millardos de Euros desembolsados a Grecia, se estima que sólo 27 millardos fueron desembolsados para mantener el Estado griego funcionando. De hecho, para el 2013 Grecia tenía un superávit y no le hacía falta ese financiamiento. En consecuencia, el 65 por ciento de los préstamos a Grecia fue directamente a través de Grecia a los principales bancos para pagar intereses, deuda vencida y para la recapitalización de los bancos domésticos demandada por los acreedores. Según otra contabilidad, el 90 por ciento de los “préstamos a Grecia” pasó enteramente por encima de Grecia.
Reveladores como son estos números, todavía omiten el hecho de que, luego que Mario Draghi tomó el mando de Jean Claude Trichet en el BCE a fines del 2011, Draghi arrojó unos 1,2 billones [1,2 x 1012] de Euros de dinero público al sistema bancario europeo para bajar los rendimientos en las Operaciones de Refinanciamiento a Largo Plazo (LTROs, por sus siglas en inglés). Los rendimientos de los bonos bajaron y los precios de los bonos pronto subieron. Esto le encantó a los tenedores de bonos, quienes pudieron vender sus ahora reforzados bonos de LTROs de vuelta a los gobiernos que los habían rescatado recientemente. En Marzo del 2012, el gobierno griego, bajo los auspicios de la troika, lanzó un programa de recompra que le compró a los acreedores, bancos privados y bancos centrales nacionales, a un descuento de 53,4 por ciento del valor nominal del bono. Al hacerlo, 164 millardos de Euros de deuda pasaron de las manos del sector privado a la EFSF. Esa deuda ahora reposa en la facilidad sucesora de la EFSF, el Mecanismo Europeo de Estabilidad, donde causa gran inestabilidad. Así que si queremos entender por qué las potencias combinadas de la eurozona no pueden resolver un problema del tamaño de los sobrecostos de un contrato de defensa de los EEUU, probablemente es de sabios comenzar ahí y no con la sabiduría financiera de griegos corruptos o de amas de casa de Suabia. Como admitió Karl Otto Pöhl, el ex presidente del Bundesbank, todo el asunto “tenía que ver con proteger a los bancos alemanes, pero especialmente a los bancos franceses, de las deudas incobrables.”
Piénselo de esta manera. Si le hubieran dado 230 millardos de Euros a Grecia, habría alcanzado a casi 21.000 Euros por persona. Con tal generosidad, hubiera sido imposible generar una tasa de desempleo de 25 por ciento entre los adultos, de más de 50 por ciento entre los jóvenes, un fuerte aumento de la pobreza en la tercera edad, y casi un colapso del sistema bancario – aún con el paquete de austeridad de la troika en vigor.
Para arreglar el problema, alguien en el centro de Europa va a tener que reconocer la culpa de todo lo anterior y admitir que su dinero no se le entregó a los perezosos griegos sino a banqueros ya rescatados quienes, a pesar del recorte de pelo del valor nominal, terminaron con una ganancia en el trato. Hacerlo, sin embargo, implicaría admitir que al desplazar, muy a propósito, la responsabilidad de los acreedores temerarios a los prestatarios (nacionales) irresponsables, Europa regeneraba exactamente el tipo de nacionalismo mezquino, en el cual los alemanes morales hacen frente a los corruptos griegos, para eliminar el cual se diseñó la UE. Y ese reconocimiento, especialmente cuando la porción de votos de los principales partidos está disminuyendo y los partidos como el Syriza están en ascensión, simplemente no va a ocurrir. ¿Qué va a ocurrir, entonces?
A pesar de que Alemania haya sido un deudor moroso serial que recibió alivio de la deuda cuatro veces en el siglo veinte, la Canciller Ángel Merkel no va a hacer de policía contra rescatar el D-Bank y culpar de ello a los griegos. Tampoco el presidente francés Francois Hollande ni ningún otro. En pocas palabras, las posibilidades de una solución inteligente se desvanecen cada día que pasa, y la inevitabilidad de la salida de Grecia de la eurozona está en ciernes. Es revelador que Tsipras y sus colegas usaron la frase “48 horas” – a veces, “72 horas”- repetidamente, como la fecha límite para obtener un nuevo trato con los acreedores, una vez que se había votado el referéndum. Ese número se refería a cuánto podrían durar solventes los bancos griegos una vez que el partido se pusiera 2-0.
Al momento de escribir esta nota, el BCE no sólo está violando sus propios estatutos al limitar la asistencia de liquidez de emergencia a los bancos griegos, sino que está aumentando el recorte del valor de las garantías griegas ofrecidas a cambio de nuevo efectivo. En otras palabras, el BCE, lejos de ser un banco central independiente, está actuando como el ejecutor del eurogrupo, a pesar del riesgo que eso plantea al proyecto europeo como un todo. Nunca entendimos a Grecia porque hemos rehusado ver la crisis por lo que era – la continuación de una serie de rescates del sector financiero que comenzó en el 2008 y sigue hoy. Es tanto más fácil echarle la culpa a los griegos y entonces sorprenderse cuando se rehúsan a jugar con ese libreto.


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