Las opiniones sobre los eventos en Egipto tienen todos los
colores y aromas. Las hay a favor y en contra del golpe de estado, y muchas
encuentran al mismo Morsi responsable de su derrocamiento: una “historia de un
derrocamiento anunciado,” parafraseando a García Márquez. Para los venezolanos,
los argumentos a favor del golpe pueden sonar conocidos. De todos modos, es
importante conocerlos – basados en nuestra teoría de que lo que pasa en Egipto
sigue pareciendo la improbable historia de nuestro futuro inmediato.
El artículo traducido a continuación fue publicado por Hdeel
Abdelhady, un abogado egipcio basado en Washington, DC, que contribuye de vez
en cuando con Ahram Online, la versión de internet del periódico más antiguo de
Egipto –fundado en 1875- el 20 de Julio de 2013, a dos semanas del golpe de
estado.
“El apresurado juicio superficial de Egipto.”
¿Qué acaba de pasar
en Egipto? ¿Un golpe militar? ¿Una segunda revolución?¿Un golpe a la
democracia?
Publicado por Hdeel Abdelhady en AhramOnline el 20 de Julio de
2013.
En las ondas de
radio y en las páginas de noticias los juicios han sido rápidos, numerosos y
demasiado enfocados en las definiciones. El diccionario en línea Merriam
Webster informó que las búsquedas de “coup d’etat” alcanzaron un pico el 4 de
Julio y continuaron altas esa semana, en respuesta a la cobertura noticiosa de
Egipto.
Los actores
políticos y los comentaristas han concluido precipitadamente (y algunos
convenientemente) que la destitución de Morsi ha socavado la democracia, la
legitimidad y la legalidad en Egipto. Una consideración completa de lo que pasó
en Egipto –así como del porqué los eventos se desenvolvieron del modo en que lo
hicieron- indica que los daños a la democracia, la legitimidad y la legalidad
podrían no estar tan claros como lo sugieren las opiniones prevalecientes.
La urna no es igual
a la democracia.
Hosni Mubarak y
Mohamed Morsi fueron destituidos exactamente de la misma manera. Millones de
personas tomaron las calles, el ejército intervino y el presidente fue
destituido. Debido a que Morsi fue electo justamente, su destitución con la
asistencia de las fuerzas armadas fue un “golpe” a la democracia. La distinción
de los hechos subyacente es correcta, pero la conclusión es errada.
La urna no es ni la
garantía de la democracia ni un indicador concluyente de su existencia. Y la
democracia no es un hecho aislado o recurrente, sino un proceso continuo. Aún
aquellos que confían en los diccionarios para extraer conclusiones deberían
saber esto. El diccionario Merriam Webster define a la democracia primeramente
como (a) “el gobierno por el pueblo; especialmente, el gobierno por la mayoría”
y (b) “un gobierno en el cual el poder supremo reside en el pueblo que lo
ejerce directamente o indirectamente a través de un sistema de representación
que usualmente incluye elecciones libres celebradas periódicamente.”
Morsi era
escasamente democrático en su primer año. Más que ejercer el poder
legítimamente ganado para y de acuerdo con los propósitos con que se le dio,
Morsi consolidó el poder para llevar adelante una agenda política e ideológica
estrecha que carecía de consentimiento o conocimiento público. A veces, el Egipto
de Morsi parecía más los “Hermanos Musulmanes C. A. con la marca comercial
Egipto” que una república. La elección justa de Morsi le dio un mandato para
gobernar, no una carta blanca para remodelar la presidencia y el estado para
acomodarlos a unos objetivos estrechos. Sus acciones como presidente contravinieron
los principios democráticos.
La “legitimidad
constitucional” de Morsi.
En sus días finales
como presidente, Morsi defendió repetidamente su “legitimidad constitucional.”
Su posición era discutible, pues el mismo pedigrí constitucional de la
proclamada legitimidad constitucional de Morsi –la Constitución de Diciembre de
2012- estaba en duda. A comienzos de Junio de 2013 la Corte Suprema
Constitucional (CSC) dictaminó, después de meses de considerarlo, que la
asamblea constituyente que redactó la Constitución del 2012 no tenía validez.
El dictamen ensombreció la legitimidad constitucional de Morsi, pues su base
era la fruta de un árbol venenoso. Que la constitución de Diciembre de 2012
hubiese sido redactada mayormente por los aliados de Morsi y que hubieran
pasado una aplanadora por el proceso de referéndum sobre las objeciones de
diversas voces manchó aún más la posición constitucional de Morsi.
La legalidad de la
intervención militar.
La conclusión de que
la destitución de Morsi con ayuda de las fuerzas armadas fue una violación de
la ley supone que los militares no tenían una base legal para actuar o que los
procedimientos alternativos para su destitución estaban disponibles, pero no
fueron agotados. Ambas suposiciones son defectuosas. La intervención de las
fuerzas armadas podría justificarse por razones constitucionales afirmativas o
bajo la doctrina legal de la necesidad.
El Artículo 194 de
la Constitución de Diciembre de 2012 ahora suspendida (notoriamente en la
sección sobre la autoridad del ejecutivo) prevé, sin límites, que: “Las Fuerzas
Armadas le pertenecerán al pueblo. Su deber es proteger el país, y preservar su
seguridad y territorios.” En principio, los militares actuaron de acuerdo con
su autoridad constitucional cuando efectuaron la destitución del presidente en
el interés nacional y en respuesta a la demanda de millones del “pueblo”.
Alternativamente, la
acción de los militares estaba justificada por la necesidad, una doctrina
operativa en la ley egipcia (y en la ley islámica, la ley internacional, y en
otros sistemas legales nacionales en diferentes contextos) que justifica o
excusa los actos ilegales o extra-legales precipitados por circunstancias excepcionales.
Los eventos que llevaron a la destitución de Morsi fueron de hecho
extraordinarios. Millones de personas estaban en las calles. Era probable que
se produjera la desobediencia civil y las huelgas generales. El país estaba
crecientemente fracturado por líneas ideológicas y sectarias. Ningún
procedimiento constitucional civil estaba disponible para destituir a Morsi o
hacer contrapeso a su poder. Y no había ninguna solución política a la vista.
La Constitución de
Diciembre de 2012 incluía la destitución de un presidente en funciones sólo a
través del enjuiciamiento por la cámara baja del Parlamento, pero la cámara
baja había sido disuelta por orden judicial el 14 de Junio de 2012. Por lo
tanto, se imposibilitaba la destitución parlamentaria del presidente.
En cuanto a la
conciliación política, Morsi impidió esa opción. Morsi fue notificado con
amplia anticipación de que una solicitud para su destitución estaba ganando
fuerza y que se habían planificado protestas masivas para el primer aniversario
de su periodo. Según los informes, los militares, luego de consultar con las
fuerzas políticas, le presentaron a Morsi varias opciones para desactivar la
creciente crisis; incluyendo nombrar un nuevo gabinete o llamar a un referéndum
sobre la continuación de su presidencia. Morsi rechazó las propuestas y no
ofreció ningún mapa de ruta propio, excepto luego de que la ventana para la
conciliación se había cerrado.
Sin el
consentimiento de Morsi y en ausencia de la cámara baja del Parlamento, no era
posible ni un cambio de gabinete ni un referéndum. Como resultado, todos los
procesos constitucionales civiles para impugnar la autoridad o el mandato del
presidente fueron descartados. Constitucionalmente, sólo la cámara baja del
Parlamento podía haber forzado la renuncia del primer ministro (y del gabinete)
a través de un voto de confianza negativo. Sólo Morsi podía haber iniciado un
referéndum sobre su presidencia bajo la Constitución de 2012. En ausencia de
contrapesos constitucionales al poder del presidente, le tocaba al presidente
ejercer el poder sabiamente. Al rehusarse a un compromiso frente a
probabilidades desfavorables, Morsi selló su propia suerte.
En la arena
política, se seleccionarán los argumentos legales y los hechos para apoyar un
resultado deseado. Pero los debates sobre las definiciones que elevan la
semántica por encima de la sustancia sólo simplifican lo complejo, y tienden a
engañar. En adelante, una consideración más completa de los eventos producirá
mejores lecciones. Entre las muchas lecciones del 3 de Julio y el periodo de
transición anterior, hay una para los presidentes egipcios de hoy y de mañana:
Un exceso de poder, ejercido sin caridad, sin autocontrol, y en perjuicio de
los contrapesos y equilibrios, es una receta para la caída. Que tenga cuidado
el titular.